domingo, noviembre 26, 2017

Cita de Cartarescu

"Prefiero estar a su lado en poemas, en sueños, en recuerdos, allí dónde su imágen es estática e inofensiva" Nostalgia. Cartarescu

sábado, noviembre 18, 2017

Para aprender a mirar,

Sebastião Salgado- Brasil- Fotógrafo

Para aprender a mirar,

Hombres subiendo y bajando sacos de arena. La esclavitud de ser rico.
Pueblos con lanzas. Niños abrazados. Árboles sobre los que  se apoya el cielo.
Tantas realidades. Vida y muerte, el acostumbrarse a morir.
Nuestra historia es una historia de guerra. Lo contagioso del odio.
Esa tendencia al conflicto y también a la esperanza.
Destruir con la intención de crear.
Rostros, América, Africa, Asia, trabajadores, hambre, movimiento de poblaciones, naturaleza.
Pues eso, compromiso convertido .

Un testigo de la condición humana.
Documental LA SAL DE LA VIDA

Resultado de imagen de Sebastião Salgado

El viento del pacífico. Una casa de colores*

Compartimos el tiempo y el espacio en esa casita de colores. 230 colores cruzados, intensos y mezclados.
Nos acompañasteis por ese mundo de cielo azul y palmeras altísimas. Esa ciudad que quedo en un rincón de un país grande, entre el mar y una frontera. Casas de madera esparcidas y cruzadas por autopistas inmensas.
Muchas flores,  para siempre parte de nuestros recuerdos. Metal y dulzura.

Compartisteis miradas debajo de un puente. Esa tensión y esa tendencia al conflicto que es la historia y es el hombre. Contrastes, más flores. Gentes pintadas, apelotonadas, mujeres y viejos, perfiles fríos. Cabeza baja. UFW. Recuerdos en bronce. El dolor de la opresión y la separación. ICE y cruz, sangre. Cuantos carros ¡¡¡.

Con vosotros vivimos el viento en la cara, tras cruzar el puente. Olas contra las rocas. Leones marinos. Los niños corrieron.
Esa sonrisa de él tras el cristal, frente al mono, un plátano. “Bandido”.
Ese mural de colores que componía ella en cada ensalada. Sabor de América.”Bárbaro”
Mercado en la calle. Ostra metálica en el paladar, erizo y un batido verde. Sonrisas de sabores, una locura china.

Secuencias de entrada y salida, bloqueo y desbloqueo, sin dos iguales. Encontrando espacios para la improvisación entre esos renglones rectos en la hoja, tu cuadrícula. Un cable de música, “- la siguiente a la izquierda”, “¿A la izquierda???”, “(- Olvide otra vez poner la tarjeta)”.

Un niño grande retando a dos niños pequeños, otra oportunidad para una carrera. No va con ella, la niña quiere ser chica. Un niño sentado al borde de la pierna. El tacto del cariño que sobrepasa la mirada. Cuando no hace falta decir.

Gracias por compartir con nosotros el Pacífico, vuestros corazones inmensos, vuestros caminos.
La Belleza en la puesta de sol, ese naranja que lo tiñe todo y vuelve negro el tronco de la palmera. Luna que llega silenciosa por la espalda. Tras un fado, un piano de Satie. Le emoción en las lágrimas de Ella, cuando el corazón se vuelve transparente. “Quedaron unas setas en la nevera, siempre hay que dejar algo pendiente, como ese mercado en Tijuana”.
Nuestra época, la de Pablo Cardenal.

Gracias por compartir vuestra música, un sofa levantado, viajado, enfrente sin tele. Vuestra salsa de habanero. Esas personas que caminan a los pies de la ciudad, contornos negros, manchas amarillas en las caras y en las ventanas. Medalla antigua. Concha de piedra nueva. No veo lo que hay tras la ventana.

Cada mañana un encuentro con vuestras sonrisas, ese café Nica,… Melón de borde verde.
Entre la barba recortada de él y la poblada de Harlem, Marcos inmóvil. Ahí tras vuestra casa Pablo escribió su “Tercera Poesía del Mundo”: En el mar/ el día se va/ llega la noche/ se va el sol/ llega la luna (con 9 años ya ha descubierto que no hay más).

Gracias por mostrarnos tantos sabores, agujereando el coco. Garbanzos nadando sobre un mar de especies.
Nos fuimos y llevamos vuestro recuerdo constante hasta la flor alta en el desierto, sombras de árboles que parecen gigantes. Luego os volvimos a ver desde un balcón de airbnb y en el reflejo de los rascacielos. También en el mundo de Rivera y en el de Picasso, tras Giacometti y en la acuarela de Mori Kansai.

Ahora os reconocemos también al llegar a nuestra casa, entre piedra y verde. Sois tan sonrisa y caricia. Tan beso, tan siempre. Recuerdos impresos por aquel viento.