Una nueva forma de vivir, sentir, escribir y crear en la
precipitación.
Esa aceleración que nada para, ese "placer creador", ese
"placer descubridor de belleza", esa embriaguez que arrastra en la
noche. Viene, te sorprende, sin avisar. Se vá.
Agujero sin fondo, pierdo el sentido.
Ese estar y quedar
inquieto, excitado, palpito de soledad. Disfrute. Sólo bajo la
poesia, sobre ese acorde. Paralizado, abrazado, apretando la
lágrima para que no se vaya, para que no se pare este momento.
Deseo atraparlo, por eso lo escribo, solo para mí, para poder revivirlo, para saber que no lo perderé, que lo podre recuperar desde
otra distancia, vete tú a saber cuando.
Esa necesidad de cruzar la frontera, de correr. Ese instinto de romper los logros, el hito como necesidad de fractura.
Tiempo, esquinas, pasos
que no corren, vida que pasa. Sus manos, martillo, oceano. Ven.
Dónde estás?, tu sonrisa, tu presencia
que va y vuelve incesante, cuando tu recuerdo y tu presencia tienen más
peso que tu compañía. Dame otra copa.
Te besaría en la nuca, piedra blanca,.. pero tengo
prisa, todo este momento desaparecerá, morirá como el plato del
cocinero, como una noche de amor muere tras el último beso.
Creación efímera para ser destruida, vida de momentos. Arte de
pólvora, esa magia que tiene todo lo te garantiza que desaparecerá, como la vida. Un vals. Para no
poder nunca más ser revivido, casi ni recordado.
"Cuando no hay nada que empezar, nada que terminar", solo quedan los momentos de precipitación.