domingo, diciembre 31, 2006

Ecos de fin del 2006


A los dos días de aterrizar acudí allí pero ya no estaba. Entonces me dí cuenta de que aquella visita se había convertido en un rito, un rito que ya no iba a volver a realizar. No lo sabía hasta que faltó. Me pongo a caminar, puedo girar aquí o allá, buscando.

Guiño dubitativo, te hablo y no sé, lo había preparado y me puede tu inercia, tu presencia me impide.
Mejilla, anatomía del aliento, seda interminable de la que tiro, saliva.
Un acordeón al fondo me despertó de ese rancio contemplar que es bucear en los recuerdos.
Evito revisar esas fotos en las que están las ausencias, los filos cristales y el metal aspero.
Encuentros de ojos abiertos, de estar cerca, de beso. De miradas y voces, de música para dejar de hablar. Hay presencias que llegan. Di porqué me voy y porqué siempre nos encuentran con el paladar empapado en ginebra.
Hielos derretidos, cristal frío. Cerca de ti.

miércoles, diciembre 06, 2006

Ecos de entre noviembre y diciembre

Nada quedó sin humedecer excepto tus labios.

Hojas pisadas, selladas al asfalto para siempre.
Mientras la mañana es más agua fría que escarcha.
Humo de la chimenea que dibuja una barriga para no ascender.
Árboles enfrentados en una pelea infinita de golpes, ramas contra rama, sangre, fractura, al fondo.
Suelo desnudo, sin piel, me hundo en tus carnes y escucho quejidos.
Te cubres pudoroso con un mosaico de hojas y espejos de charcos.
Delante ríos con prisa. Ese ruido es el mar que baja del cielo para perseguirlos.
Fruta olvidada, condenada, los otros a tu alrededor callaron porque se fueron.

Y entre ese gris entre yo y lo que veo, un verde de esperanza que crece ahí abajo.
El viejo lo fue a buscar bajo el paraguas con la guadaña, lo esperaba.
Y un racimo de bolitas rojas, acuarelas, y una flor blanca y un fruto verde...