viernes, agosto 14, 2020

Una vida buscando*

 

Me dejó entrar en su guarida secreta, austera, luminosa y en silencio.

El lugar dónde ha dedicado décadas a la búsqueda de conocimiento sin medida. No sabemos cuando empezó su adicción. Si hubo decisiones o renuncias. 

Un camino sin afectos, sin compañía, un camino también sin dolor.

Sin necesidad de compartir. 

Protegido por habitaciones empapeladas por muros de libros. Tan sólo dos novelas, renunciando también a la belleza en esa gestión pragmática del tiempo.

Una vida dedicada a seguir un rastro, remontándose al inicio de la Historia. 

El rastro de todas las culturas, en todos los continentes.

Ha recorrido la ruta de todas las civilizaciones, de religiones y filosofías que fueron, ha estudiado todos los imperios y el entusiasmo de las revoluciones, su esplendor y sus caídas. Ha analizado las guerras y biografías de los nombres que perduraron.

Décadas de notas en los márgenes y contraportadas de miles de libros, subrayando las pistas y rehaciendo los índices. Décadas para forjar un descubrimiento lento, que se fue consolidando. Un hallazgo sin festejo, como si quisiera convertir el sentido en un secreto que desaparecerá tras él. 

Toda una vida buscando entender los motivos que explican la Historia de la Humanidad. Toda una vida para descubrir las diferetentes representaciones de la búsqueda del poder.

domingo, mayo 24, 2020

La primavera en la que se paro el tiempo.*

Vivo en la primavera en la que se paro el tiempo. Ahora recorremos bosques y ríos que antes permanecían ocultos. Es como si el futuro, de golpe, haya dejado de perseguirnos. Nuestros vecinos ya no son desconocidos. Abandonamos esa ansia de marchar, de estar siempre buscando bosques lejanos y altísimos. 
 
El horizonte ha vuelto a ser un espacio real, una pared infranqueable. El cielo se ha convertido en una enorme pantalla donde se proyectan ciclos de nubes blancas, y de noche mil estrellas y una estación espacial internacional. Hemos dejado de ir en coche y ahora caminamos en círculo. 
 
Vivo en el tiempo presente, entre un griterío de pájaros que inunda el campo, verde, brisa y luz. El mundo ha dejado de correr tras una ventanilla. Algunos se han vuelto voces, textos e imágenes. El mar se ha convertido en un deseo. Otros se han vuelto invisibles.
 
Sin embargo, es posible que ésta no haya sido una primavera diferente, sin más cielo, ni más colores y horas. Puede que ésta haya sido como todas las primaveras que hemos dejado pasar. Esas primaveras que vivimos como inviernos o veranos, sin poder parar, sin escuchar pájaros, sin encontrar el tiempo suficiente para contemplar el cielo y las nubes. O quizás no, quizás esta primavera sí ha sido es una primavera diferente, nos prohibieron los abrazos.

lunes, marzo 30, 2020

Crónica desde Santiago*



Ayer crucé la ciudad de sur a norte. Un motivo justificado, no había nadie. Las calles estaban desiertas, los coches habían desaparecido hasta de las aceras. No encontré gentes ni en las ventanas. Todos los locales estaban cerrados, algunos como con bandos blancos en sus puertas.

Era el miedo a que nos toque lo invisible, eso que no podemos controlar, eso que antes era maldición, castigo o magia. Ahora sabemos que es una cadena de ARN diminuta que salta de unos a otros y se replica en nuestras células. El miedo a la incertidumbre es el mismo. Todos somos sospechosos. Todos escapando, escondiéndonos unos de otros. Vivimos separados y seguimos sin encontrar el silencio, debíamos de traer mucha inercia. Todavía no sabemos cuándo ni dónde vamos a frenar, qué mundo nos encontraremos cuando volvamos a salir a la calle y tropezar, quienes estarán.

Recuerdo cuando el abrazo era la calma y ese momento fugaz. Ahora permanecemos paralizados, sólo el entretenimiento resiste como un ruido amplificado del pasado. Ya se nos hace largo este texto y eso que nos han hecho parar.

A nuestra espalda está floreciendo la primavera, los pájaros no saben qué nos pasa. Los patos han vuelto y cruzan mañana y tarde siguiendo el recorrido del río, cuando pueda los seguiré.

domingo, febrero 02, 2020

Incapaz

Intento retener la calma suficiente para no leer demasiado rápido los versos, sin poder acabarlos. 
Intento rescatar el silencio que me vuelva a permitir escuchar la belleza y dejarme ir. 
Intento , derrotado, parar y apagar los destellos vacíos a los que me he vuelto adicto, alejarme de los ruidos y de esos saltos contínuos entre los sabores. 
Enfrentarse sin fuerza a una vida que te arrastra.
Otro intento de recuperar la batalla que me mantiene ciego, sordo y muerto.

lunes, diciembre 30, 2019

Sobre los infiernos*




No es infierno el día en el que la caricia se limita a un roce.
La lluvia repetida, el miedo, la incertidumbre, la ausencia de color no es suficiente infierno para los espíritus libres.
Esos espíritus con reflejos innatos, con esa capacidad de saltar y de no dejarse nunca llevar por la corriente. Esa capacidad de los no alineados de estar siempre sobrevolando y hacer volar a otros.
La inercia ensayada de sonreír, esa inercia de abrir los ojos y hacerlos brillar ante la sorpresa, esa capacidad de crear, de descubrir.
Podrá ser dolor, podrían ser lágrimas, podrá ser cristal o noche fría.
Podrán ser lanzas repetidas, como secuencias crueles, las que pueden llegar a crear esa ficción de que no hay camino, como la ficción de que la noche ha borrado el horizonte y mañana no habrá día.
Perdidas, ausencias sin justificar, una espalda, alguien que no escucha, otros que no están. Dudas.
Giro, perfil, paso decidido, furia, una mirada buscando, la belleza. 
Decididamente hay espíritus para los que no hay infiernos.

domingo, diciembre 02, 2018

Crónica desde Bohemia*

Paréntesis en el frenesí de los ríos que nos llevan. Tirabuzones en un otoño infinito. Puerta abierta lo suficiente para que después de las piernas arrastráramos los cuerpos emparejados.
Madrid es un horizonte inmenso de tejas, de tejados de aguas imposibles y buhardillas triunfantes. Edificios apelotonados que desde la terraza se ven como fundidos en uno, por diferentes épocas. El lujo y la patera.
Abajo las calles estrechas, aceras que separan un pelotón de tabernas, de historias de risas, esperanzas y penas. Calles de guerras olvidadas. Trozos de barras desperdigadas en diferentes bares, como piezas de un puzle, unidas por clientes que entran y salen de forma incesante. Grifos de cerveza comunicados por un sinfín de tuberías bajo las calles. Cafés elegantes de mantel de hilo y garitos enterrados.
Almas inquietas que peregrinan por sus calles buscando rastros de novelas, de ilusiones, de emociones deseadas. Tiendas de lujo y otras abiertas veintiséis horas al día. Un lugar desde dónde el cielo mira ya incrédulo.
Madrid es la Bohemia dónde expresar y desarrollar lo oculto, esos yos escondidos de lágrima fácil. Emociones ante la luz o la sombra de la música o del silencio. La oportunidad de vivir de otra forma, de tejer otro cacho de vida aunque sea metido en un paréntesis. Ladridos lejanos a nuestras espaldas. Miradas cómplices rodeadas de pasos. Así deben de ser los días después de la fuga. Calles para perderse sin motivos.  Rodeados de mil señales sugerentes, de sueños y descanso. De paz con miedo. Muy cerca otras almas vagan desde el espanto.
Así, como otros, se dejan llevar por la sin razón que produce no parar de caminar por las luces y la oscuridad de Madrid.
(Y Nuria se quedó dormida en el teatro)
--> -->

lunes, noviembre 05, 2018

Crónica de Lisboa *

Uma casa geminada com portas enfrentadas e abertas, de tetos altos. Rodeados de pinhos mansos que dão ananases nacarados. Árvores que entopem um bosque que o inundou tudo. Só deixaram os caminhos de pó seco. Caminhos pelos que marcar o passo.

Nesta terra lá foi o tempo de engarrafar o vinho. Ao não contar nos meses não puderam contar nos anos. Também não pôde ninguém ler as anotações em xiz na adega escura. Estavam tão tranquilos e melancólicos, ...nata na boca. Mas como se fosse um milagre o vinho nunca chegou a avinagrar-se e se fez doce. Então, para celebrá-lo, uma mulher - teve de ser uma mulher- plantou rosas ao redor da videira.

Mar sem espuma, de sal, horizonte esvaecido. Mar sobre areia fina, sem algas nem vida aparente. Mar de borbulhas, mar muito frio de vento.

Esta terra late em um tempo contrário, a um passo mudado, em algum momento todo se deveu de dar um golpe ao tempo. Aqui não são os soldados os que dão os tiros. Aqui são os soldados os que choram com a música, os que procuram os olhares das garotas que passam. Aqui são elas as que repartem flores.

Um local para subir correndo ao elétrico, para imaginar. Espaços nos que achar ver ao Fernando Pessoa em um cantinho e reconhecer mil decorados de fados, de filmes por voltar a sentir. Uma oportunidade para percorrer as mesmas encostas de Granada e reconhecer o bairro judeu, imaginar mil barcos no porto saindo para as índias. Isto que foi o centro do mundo.

Queijo que se derrete sobre o pão. Oliva dura. Arroz longo. Peixe. Sardinha gordurosa. Caldo verde.

Aqui todas as casas têm um espelho oval no salão, dizem que é para se encontrar com um, para cruzar olhares, mas pode que também sirva para fixar sorrisos. Esse silêncio que respeita e não inquieta, é Lisboa

Com a ajuda de José Ramom

domingo, octubre 14, 2018

Crónica desde Amsterdam

Donde no hay montañas hay cielos inmensos.

Grupos descalzos alrededor de bolsas abiertas, dando la espalda a la música. Hexágonos perfectos, simétricos, completando cada espacio vacío. Todos hablan en silencio, con sus cervezas, con diferentes colores de piel y ropas, mil idiomas mudos de gestos y sonrisas.

En las calles hay cortinas abiertas y luz en las estanterías llenas de libros ordenados. Gatos que vigilan los pasos desde detrás de las ventanas. Bicicletas aceleradas por railes invisibles. Rutas caóticas que las luces tejen en la noche. Agua que corre despacio, entre patos. Un mar calmo y frío, por la noche un viento helado.

Flores, cómo de mentira, como un pretexto para hacer un dibujo. Una excusa para dar un paseo a buscarlas. Sillas en la calle, girando al sol, hierro fundido, espacio minúsculo. Esquina de olor a café.

Un lugar donde tolerar siempre fue una actitud. Esa inercia de ante cualquier duda, dejar. Donde llegaron judíos escapando de Lisboa, desde donde marcharon a seguir buscando. De iglesias reformadas. Un lugar donde los pintores no pintaban reyes ni papas.

Entre esas calles viven hombres atrapados por su cultura oculta, herencia de rostros previos, de anhelos colectivos, de pérdidas y de conquistas. Lastres abandonados. Rastros de libertad. Desde donde una y otra vez surgió el individuo.

sábado, septiembre 01, 2018

Encuentro de Paula y Dionisio, Portugal

Una casa pareada con puertas enfrentadas y abiertas, de techos altos. Rodeados de pinos mansos  que dan piñas nacaradas. Arboles que tupieron un bosque que lo inundó todo. Sólo dejaron los caminos de polvo seco. Caminos por los que marcar el paso.

Dionisio encontró el espacio para sus lecturas, para enfrentarse con el sol frente a frente, ojos cerrados en un silencio imposible. Piscina. Niños tropezando y corriendo, inquietos. Ropa tirada. Cantos en la ducha. Encuentro con el fuego y la carne sobre las brasas.
Paula encontró la oportunidad de reír dejándose rodear de amigos y sacudir así el invierno. Se vio llenando montañas de carros en un gran supermercado. Vio otra oportunidad para competir y ganar. Imaginó mil playas. Montó obras de teatro.

En esta tierra se les pasó el tiempo de embotellar el vino. Al no contar los meses no pudieron contar los años. Tampoco nadie pudo leer las anotaciones en tiza en la bodega oscura. Estaban tan tranquilos y melancólicos, …nata en la boca. Pero como si fuera un milagro el vino nunca llegó a avinagrarse y se hizo dulce. Entonces, para celebrarlo, una mujer - tuvo que ser una mujer- plantó rosas alrededor de la vid.

Dionisio tiene prisa, se le hace larga la espera, imagina la próxima comida, el próximo encuentro mientras espera este que está por venir. Ha programado y hace calor, calor de incendio. Busca su dispositivo electrónico,.. esta vez no lo encontró. Paula le dio cartas y ruido de dados y apagó el correo electrónico de su ordenador.
Dionisio como un reflejo, buscó una televisión, quizás para ver el telediario, Paula le puso un musical que le hizo caer y recordar.

Mar sin espuma, de sal, horizonte difuminado. Mar sobre arena fina, sin algas ni vida aparente. Mar de burbujas, mar muy frío. Viento.

Recorren las calles de Lisboa. Dionisio encuentra restaurantes y guías, el mejor sitio para parar, Tripadvisor no falla. Mientras Paula subió corriendo al tranvía, por las calles imaginó qué sería cuando creciera. En un momento creyó ver a Fernando Pessoa en una esquina y reconoció mil decorados de fados, de películas por volver a sentir. Subió las cuestas de Granada y reconoció el barrio judío y vio mil barcos en el puerto saliendo para las indias.

Esta tierra late en un tiempo contrario, a un paso cambiado, en algún momento todo se debió de dar un golpe a la vez. Aquí no son los soldados los que dan los tiros. Aquí son los  soldados los que lloran con la música, los que buscan las miradas de las chicas que pasan. Aquí son ellas las que reparten flores.

Dionisio señaló siempre lo apropiado y lo conveniente, hizo las cuentas justas. Se preparó el desayuno perfecto, el café perfecto, el gintonic perfecto.
Paula los hizo actuar y les obligó a quitarse las caretas para poder ser personajes reales y libres, los niños y todos volaron.
Paula le sirvió un vino y otro vino, mezclado con cervezas y un jamón inmenso que otra vez se terminó. Por las noches su música, sin que esta vez se escuchara el mar, logró sorprender e inmovilizar a Dionisio y que este no fuera a dejarse vencer por el sueño. La música de mil emociones recopiladas, compartidas, recuperando rituales que nadie se atreve a romper. Fondo de conversaciones y silencios.

Queso que se derrite sobre el pan. Oliva dura. Arroz largo. Peixe. Sardina grasienta. Caldo verde. “En Portugal los postres son lo mejor”.
Aquí todas las casas tienen un espejo ovalado en el salón, dicen que es para encontrarse con uno, para cruzar miradas, pero puede que también sirva para fijar sonrisas. Ese silencio que respeta y acoge, es Portugal


Al despedirse, Paula le dijo que no se fuera, que abandonara su rumbo, que se quedara. Le ofreció otra partida, otro baño, una playa por descubrir, un restaurante aconsejado, quizás la oportunidad de encontrar algún tesoro perdido y ganar así otra copa. Pero Dionisio encendió su coche, reconoció su música, esa del atasco de la mañana y del partido del fin de semana.
Fue el GPS quien se los llevó.

Porque todos somos un poco Paula y un poco más Dionisio, nos vemos en Londres.

Absalóm ! Absalóm !. Willian Faulker

Una historia de prisioneros de una tierra.
Cuando las casas oscuras se convierten en tumbas.
Una sociedad destinada a ser vencida, al sur.
Almas dominadas por fuerzas que no ven.
Cuando la cultura ciega y ata a través de generaciones.
Personajes que renuncian a sus vidas. Que renuncian a su libertad por ficciones como la tradición, el honor, el orgullo  o la lealtad.
Emociones anuladas. Almas cautivas.
Sin espacio para razones, ni para el dolor, ni para las risas.
Personajes condenados a vivir entre arañazos y sombras.

Hasta que un día de golpe, todo deja de tener sentido, cae y desaparece.
Todo se hace olvido y ya no importa.
Entonces los que vienen, no pueden entender, ¿cómo pudo ser?.

Menos mal que no hay que elegir entre Aureliano Buendía y Thomas Stupen.
Un zurcido de una intensidad inabarcable.

jueves, julio 19, 2018

Que placer !!!*


Escribo para saborear el lápiz en el papel,
ese rascar de ir y volver.                Café o mate                 Tras
Un impulso primario. Leerme y descubrirte.
El placer de esperar y contemplar como aparecen,            Hierba
letras y palabras, como un grifo medio abierto.
Flujos intermitentes de respuestas.
El milagro de que tengan sentido o no.
Dictados desde lo oculto.
Es como acercarse y descubrir que pasó.
Saber si se produjo la reacción
si las manchas formaron una pintura, un sentido
Ese asombro y la emoción de descubrir                                  Moito
Ese reencuentro ni forzado, ni premeditado
Ese te dejo aquí escrita, ya volveré a quererte.                    parte
Ya volveré a sentir el amor o el deseo,
si me dices algo
o al menos a revivir la emoción
con la que te descubrí.                                                         ya
Sal amarga. Pasado o vivido.                                               sal
Y así vais tirando de mí a través de las notas,
¿será ese piano?                                                                   rosa
Sí. Tal vez. Silencio. Desnudo. Tres.
Viento que transmite la nota tras golpear el metal.
Es ese placer al que estoy enganchado,
a esos momentos en los que dejo de decidir.                                                                                                                                                         onda
                                                                                sal

O momento*

Lugares imprescindibles,
como as persoas.
Eses momentos
que se volven beleza
sin mais.
Entón  tí,
os acaricias, intentando retelos
Páraste, paladeas
cada segundo.
Un escribir mais amodo,
separando as letras e os espazos.
Falar mais baixo
ata quedar calado.
Trazos, manchas, anacos.
Respirar mais superficial
Non levantar a cabeza
medo a romper a maxia.
Mirar a modo. Parado.
Música
que se volve silencio
Así alárgase o tempo
ata volverse infinito
no recordo