No es infierno el día en el que la caricia se limita a un roce.
La lluvia repetida, el miedo, la
incertidumbre, la ausencia de color no es suficiente infierno para los
espíritus libres.
Esos espíritus con reflejos
innatos, con esa capacidad de saltar y de no dejarse nunca llevar por la
corriente. Esa capacidad de los no alineados de estar siempre sobrevolando y
hacer volar a otros.
La inercia ensayada de sonreír, esa
inercia de abrir los ojos y hacerlos brillar ante la sorpresa, esa capacidad de
crear, de descubrir.
Podrá ser dolor, podrían ser
lágrimas, podrá ser cristal o noche fría.
Podrán ser lanzas repetidas, como
secuencias crueles, las que pueden llegar a crear esa ficción de que no hay
camino, como la ficción de que la noche ha borrado el horizonte y mañana no
habrá día.
Perdidas, ausencias sin justificar,
una espalda, alguien que no escucha, otros que no están. Dudas.
Giro, perfil, paso decidido, furia,
una mirada buscando, la belleza.
Decididamente hay espíritus para
los que no hay infiernos.
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