miércoles, diciembre 06, 2006

Ecos de entre noviembre y diciembre

Nada quedó sin humedecer excepto tus labios.

Hojas pisadas, selladas al asfalto para siempre.
Mientras la mañana es más agua fría que escarcha.
Humo de la chimenea que dibuja una barriga para no ascender.
Árboles enfrentados en una pelea infinita de golpes, ramas contra rama, sangre, fractura, al fondo.
Suelo desnudo, sin piel, me hundo en tus carnes y escucho quejidos.
Te cubres pudoroso con un mosaico de hojas y espejos de charcos.
Delante ríos con prisa. Ese ruido es el mar que baja del cielo para perseguirlos.
Fruta olvidada, condenada, los otros a tu alrededor callaron porque se fueron.

Y entre ese gris entre yo y lo que veo, un verde de esperanza que crece ahí abajo.
El viejo lo fue a buscar bajo el paraguas con la guadaña, lo esperaba.
Y un racimo de bolitas rojas, acuarelas, y una flor blanca y un fruto verde...

1 comentario:

tormenta dijo...

Te leo y en esta caldeada habitación, el frío penetra en mis huesos... intento caldearme con el sueño de la primavera.
Besos y Feliz Navidad