domingo, julio 08, 2018

En el tren, de espaldas*

Ves pobreza y miseria desde lo alto. Verde intenso bajo el gris. Campos trabajados. Tierra viva.
El tren sigue, hay pobreza y miseria en esta la periferia. Pinos, toxo en flor, túneles necesarios. Gentes que van y sobre todo vuelven.

Al fondo las vacas, los ríos que bajan,..que siempre bajan apresurados, como nosotros. Como el tren, tras un listado inmenso de cosas pendientes. Un suspiro. ¿Quien controla esta velocidad?

Rocas. Cumbre quemada. Por un momento el hombre ha desaparecido, ya no está. Todo se convierte en bosques verdes, caóticos, desordenados. Quizás en ellos hay personas - Deben de estar camufladas.

Sigues con velocidad, otro túnel y más cosas. Nube que cae sobre la tierra. Puentes cruzando la naturaleza.
Dibujarías un paisaje, varios árboles al fondo, bañados por una acuarela de gris, gris difuminado que en el borde se hace blanco y negro. Frente y perfil.

Creo que vas tan rápido que estas llegando, quizás estes pasando, hasta puede ser que ya hayas dejado atrás el lugar dónde había que parar, quizás ya se perdió el momento.

Aquí todavía es otoño, todavía hay árboles con hoja marrón, casi gris, sin primavera. Campo sin sonrisas. Y más amarillo, ese toxo que dibuja luz en el campo, sobre las lomas. Color en movimiento a tu paso. Trazos. Trazos amarillos, paralelos. Los árboles en cambio están tiesos, inmóviles, amarrados al suelo.

¿Dónde está? Dónde su presencia, dónde sus labios cortados, su timidez que sólo rompe su sonrisa.

Ahí, ahí hay un prado entre bosques, hierba nueva, tierra llana. Y volvió a pasar el tren y quedó atrás el camino. Una, muchas vidas pasando por delante. ¿Dónde esta el sentido? Al fondo hay luz y cuatro picos y una estaca roja. Con el bolígrafo observas más, ves más, aunque tu mirada no se pierda en el horizonte. Así pasa tu tiempo y haces viaje.

Respiras y vuelves a acariciar.
Evitas los lazos, la cercanía íntima, acercar el sentimiento, crear dependencia, y corres y faltas. Por eso te gusta el tren, porque no para, porque subes o bajas, y tú subes y sigues. No paras. Huyes.

Te sorprendes en otro asiento, un intercambio, ahora de frente, ves pasar los mismos campos. Como si los trazos cambiaran de dirección, como si todo estuviera iluminado diferente, a contra luz, como si todo lo que antes tenía sentido y profundidad se volvieran ahora contorno repetido, sombras que dejas atrás.

Todos permanen en silencio, contemplando solos, solos en este barco, cómo si fueran a cruzar un océano en tormenta. Tan cerca y tan distante. Ese traqueteo sin ritmo, atropellado, y esa puerta y ese golpe que rompe el secreto. Ese aire de ventilador usado, de peluquería de barrio con un montón de clientes. Nadie dice a dónde va, ni de dónde escapa.

En el tren como en un retiro en los recuerdos. Un olor, un “te quería decir algo y no tuve el valor”, la búsqueda de una disculpa desesperada. Cuando otras formas sin importancia te hicieron perder el momento único, por otro repetido ya olvidado. Ráfagas, historias acabadas de cristal y frío.
Quién pudiera volver a  tocar el cristal, volver a reparar el dolor del frío. Quién pudiera recuperar los abrazos no dados. Esos instantes en los que nada pasa alrededor. Fresco, cabellos y mejillas, silencio que evitas, tus momentos.

Ahora llueve. Las gotas se deslizan sobre el cristal, en descomposición, y corren y van y cruzan. Y todo esta tan gris y sigue el traqueteo que te empuja, esa excitación que no te deja ni parar ni dormir.

Ya me dices, ya me hablas,… Aunque sé que probablemente no me dirás, ni me hablarás.

Esa necesidad de compartir, de decir, de no dejar. Para otra vez ponerte a bucear entre papeles, en tus lecturas, en tu silencio. Sólo. Aislado. Distante.

Tierra clavada a una silla. Tiempo exprimido. Luz clara, blanca, bajo ella escribes, trenzas palabras, oídos, recuerdos de prólogos viejos, de gente sabia. Si me dices, si me hablas.

Un túnel volvió de noche el día, como si de repente fueras en un vagón de carga. Y entonces perdiste las referencias de cuándo, de dónde, de porqué.

Tras la ventana. En ese espacio del vértigo de ser sincero y que se puedan desnudar los sentimientos mezclados con razones.

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